jueves, 10 de julio de 2008

Patrick Le Quément (Mondial de L´automobile Paris 2000)


En el año 2000, tuve la ocasión de conocer en el Salón de Paris a Patrick Le Quement, Jefe de Diseño de Renault. Cuando trabajé para la marca, los diseños de los modelos comercializados, no eran precisamente los más atractivos de toda su historia, pero en las fechas en las que tuve ocasión de hablar con Le Quement, la marca había dado un giro radical en sus diseños, asunto este en el que coincidimos y que aproveché para felicitarlo. Hoy, la marca vuelve a estar inmersa en un proceso de renovación y espero que Patrick Le Quement aporte toda su experiencia para que mantenga ese atractivo e innovador diseño que tanto ha sorprendido.

Y cortamos un camión


Lo teníamos muy difícil en 1988 para vender camiones. A diferencia de los coches, vender un camión era muy complicado porque los camiones casi se venden a la carta ya que cada camionero precisa algo especial y diferente: medidas, pesos, volúmenes, etc. Teníamos un stock de camiones nuevos imposible de sacar ya que nuestra marca era nueva en el mercado y la clientela tenía sus preferencias enfocadas a otras marcas con más tradición en nuestro mercado. Un día nos visitó un señor interesado por uno de esos camiones pero con una distancia de ejes menor a los que allí teníamos. ¿Cuánto tarda en llegar el camión con esas dimensiones?, nos preguntó el cliente. Mi compañero Leopoldo Prieto se me adelantó y le dijo que sólo 30 días. El cliente nos dio una señal para confirmar el pedido. Cuando se marchó el cliente, yo como responsable de aquel departamento, le mostré mi malestar a Leopoldo por aquella “mentira”. Leopoldo, con la sonrisa pícara que le caracteriza, me dijo: - “Ese camión lo tenemos aquí, solo hay que cortar el chasis y Porfirio, el mecánico, lo va a empezar a cortar ya…” Porfirio tardó mucho más de 30 días en esa operación y mientras, el cliente nos venía a ver de vez en cuando para concretar la carrocería y demás detalles de su camión. Nosotros con cada visita del cliente intentábamos distraerlo para que no entrara en el taller y viera aquella “operación”. Al final el camión llegó y el cliente nos dijo: - “Ha valido la pena esperar a que de fábrica (Villaverde – Madrid) llegara mi camión…”
Hace un año me encontré con ese cliente y me dijo que con mucha pena había cambiado aquel camión por uno nuevo.
Menos mal; pensé yo.

Ove Anderson


Hace unas semanas leí que había fallecido Ove Anderson el que fuera el Jefe del TTE (Toyota Team Europe) y Jefe de Toyota en los comienzos de la marca en la Fórmula 1. Yo lo conocí hace unos años cuando invitado por Toyota Canarias vino acompañado por uno de sus pilotos en ese momento Jarno Trulli. Tras la rueda de prensa me dirigí a él para saludarlo y presentarme y me rompió todos los esquemas que de él yo tenía. Me habían contado que era muy distante y seco, pero lo cierto es que conmigo se mostró muy amable y cordial, nuestra charla fue breve pero lo suficiente como para conocernos y que mi compañero Orlando Yánez captara esta imagen para el recuerdo.
Descanse en Paz.

Pasión por las Guaguas


De niño viví cerca de la antigua “Patronal de Guaguas”. Una cochera que hoy sería incapaz de albergar la flota que la actual compañía de transportes municipales de esta ciudad, Guaguas Municipales, S.A. posee. Me gustaba detenerme en la esquina de la calle Agustín de Bethencourt con la de Aguadulce para ver las maniobras que tenían que realizar los guagueros para sacar aquellos Pegaso Comet 5062 o mis preferidas las Büssing. Como en mi casa no había coche, viajábamos por la ciudad y los pueblos en guagua, lo cual siempre fue para mí una gran aventura. Luego tuve ocasión de vender guaguas en mi etapa de Renault Vehículos Industriales con lo que viví más cerca la pasión por este tipo de vehículos.
En junio de 2003 mientras conducía mi coche por la Avenida de Escaleritas, escuche en la radio una entrevista que le hacían a un señor que había presentado un libro dedicado a las guaguas y que se titula “Guaguas. Historia de una ciudad”. Inmediatamente llamé a la emisora de radio y me dijeron que se llamaba Luís Cabrera y que era el Director de Planificación e Infraestructuras de Guaguas Municipales.
Fue muy fácil localizar a Luís. Contacté con él telefónicamente en su despacho de la sede central de la compañía. Ya por teléfono hablamos de las guaguas y desde ese momento surgió una conexión por una pasión común: las guaguas. Me recibió y gentilmente me regaló y dedicó un ejemplar de su libro que devoré en muy poco tiempo. Este mes de julio se cumplen cinco años que conozco a Luís y durante todo este tiempo hemos compartido muchas anécdotas e historias que tienen que ver con nuestra común pasión por las guaguas. Luís pertenece a la nómina de mis más leales y sinceros amigos.

viernes, 4 de julio de 2008

¡Niño!, ¿Cuanto vale ese coche?


A finales de 1984 me contó mi compañero y amigo Alfonso Troya Guerra que se presentó un joven con chanclas y pantalón corto en la exposición de la calle Muelle de Las Palmas junto al Parque de San Telmo con una bolsa en las manos. En esos días exponíamos en una rampa junto al escaparate los extraordinarios Renault 5 Turbo 2. El personaje en cuestión al ver que nadie se levantaba para atenderlo alzó la voz desde la puerta y preguntó: - “Niño. ¿Cuánto vale ese coche?”, a lo que Alfonso y Manolo Sánchez “El Peninsular”, respondieron desde sus mesas de trabajo: - “2.450.000 pesetas”. En ese momento, el visitante lanzo hacia una de las mesas una bolsa y dijo: - “Pues vete contando el dinero en lo que yo voy a ver el coche…” –
Mis compañeros se quedaron de piedra al no imaginar que aquel joven era un cliente potencial.
Lección que aprendimos todos.

El Trofeo


En 1990 se me ocurrió la feliz idea de comprar un Renault 5 Copa Turbo con motor Alpine, (los entendidos saben que no es lo mismo que un GT Turbo) accidentado y arrimado en las instalaciones de Renault Vehículos Industriales, justo dónde hoy está Hyundai y Autobuses Moreno en la subida a Tafira antes de la Tropical.
Me lo llevé a Fuerteventura y allí Juan José de la Cruz, un joven chapista y mejor piloto de rallyes de tierra de la época, me lo arregló y preparó para correr en el II Rallyesprint Puerto del Rosario. Mi amigo Mario Melián, que en aquella época era el hombre de confianza de Juan Armas Canarias, me vendió un juego de gomas Kelly que parecían más propias de un tractor que para lo que yo pretendía hacer. Al mismo tiempo me presentó a su cuñada Hilda Betancor para que oficiase de copiloto conmigo.
En la primera pasada y llegando a la meta próxima a Tesjuate, dimos varias vueltas de campana y caímos a un pequeño barranquillo inundado de aguas fecales. Los aficionados nos volvieron a la carretera y logramos alcanzar la meta. Cuando íbamos camino del parque cerrado el coche se detuvo y se negó a arrancar. Domingo, el propietario de Grúas Brújula en Puerto del Rosario me amarro una soga al enganche del parachoques y me llevó desde El Matorral hasta Las Escuevas de Puerto del Rosario donde estaba el Parque Cerrado. Automáticamente y según el reglamento, yo quedaba excluido por dicha acción, pero quienes vieron aquello no dijeron nada de nada, pero tuve la mala suerte de que Gregorio Medina, un oficial de la Federación, me viera y me advirtiera de que estaba descalificado. Antes de entrar en el Parque Cerrado desenganchamos el coche de la grúa y lo empujamos entre Hilda y yo. Apenado me fui a contarle lo sucedido a Miguel Ángel Guerra, presidente de mi escudería Maxo Sport y me dijo: - “Tu tranquilo que a mi Gregorio no me ha dicho nada.”
Y así fue como logré acabar en el “Farolillo Rojo” de la clasificación (frase esta que utilizó Juan José Alonso Prieto en el periódico La Provincia, para contar lo sucedido a Hilda y a mi) Gracias a Gregorio, en mi oficina luzco el único trofeo que he alcanzado en mi vida deportiva. Mi vida deportiva empezó y acabó en ese Rallysprint…

Pinchando sobre este texto, puedes ver el video del accidente al que hace Iván referencia en esta entrada.

Miedo al peluquín


En 1991 Aythami Alonso me puso en contacto con Manuel Rodríguez (El Vaquero). Manolo inmediatamente me hizo una oferta económica imposible de rechazar para que trabajara con el en su agencia Mitsubishi de la ciudad de Telde.
El primer día de trabajo Manolo me enseñó sus instalaciones principales junto al antiguo Mercado Municipal de Telde, conocí al personal que allí trabajaba y a continuación me invitó a subir a una Yamaha pequeña, muy parecida a la Honda 70 y que no recuerdo ahora el modelo, para llevarme al “lavadero” donde se preparaban los coches que se entregaban una vez vendidos. En aquel año ya era obligatorio el casco pero Manolo se negaba a ponérselo y yo sabía por qué. Lo cierto es que me vino a la memoria una anécdota que por aquellos días me acababan de contar y que decía que Manolo al acabar un rallye se quitó el casco y la peluca se le quedó pegada al casco. Por lo tanto yo, de paquete en la Yamaha, no hacía más que pensar en la peluca hasta que me tranquilicé y llegué a la conclusión de que si con la fuerza del viento la peluca me venía a la cara lo mejor era actuar con normalidad, recogerla y volver a ponérsela en su cabeza. Afortunadamente eso no sucedió y yo hice el camino de vuelta más relajado. Manolo y yo trabajamos juntos 11 meses hasta que decidí emprender otro camino y aunque en aquel momento tuvimos unas diferencias, le profeso un gran respeto y admiración, especialmente en estos momentos.

El dinero bajo tierra



En 1988, un joven de un pago de Tuineje, cuyas iniciales son J.L., que se dedicaba a la Zafra, nos visitó en la exposición de Gran Tarajal para saber el precio de un coche muy concreto y en un color determinado.
Unos días más tarde, J.L., volvió acompañado de un sobre cargado de billetes nuevos de 5.000 pesetas para pagar aquel coche por el que días antes se había interesado y que además no teníamos en stock.
Mi sorpresa fue que al sacar el dinero del sobre, los billetes estaban intactos. Daba la sensación que de la fábrica de Moneda y Timbre fueron a parar a las manos de mi cliente. Pero lo curioso es que junto con los billetes, del sobre salió una importante cantidad de tierra. Yo, de manera muy natural le dije: - “J.L., ¿dónde tenías guardado el dinero?, ¿Debajo de un ladrillo?”
Inmediatamente J.L. alterado y asustado como si yo le hubiera descubierto su mejor secreto me respondió: - “No, no, no. Yo no guardo nada debajo del ladrillo de mi habitación…”

jueves, 3 de julio de 2008

Antonio Boto y el sueño


Si usted ha escuchado en alguna ocasión que alguien se ha dormido de pie, créame que eso es posible, al menos eso fue lo que le pasó a Antonio Boto, el que fuera copiloto de Carlos Sainz. Sucedió en un Rallye de El Corte Inglés, yo formaba parte de los empleados que se unían a las asistencias de Santi Álvarez y a las de Fasa-Renault que siempre coincidían de manera intencionada para así poder ayudar los unos a los otros. En el tramo nocturno de Tejeda y al llegar a la asistencia Carlos Sainz y Antonio Boto se bajaron del coche mientras los mecánicos realizaban sus tareas con los coches, Carlos pidió algo de comer y beber; se había acabado todo y solo quedaban algunos bocadillos que mi Madre nos había preparado y le dí uno. Mientras Carlos comía aquel bocadillo Antonio se había quedado paralizado en medio de la oscuridad. A mi me extraño tanto silencio y quietud por parte de Antonio ya que éste nos tenía acostumbrados a todo lo contrario. Pero fue Carlos quien descubrió que Antonio se había quedado dormido de pie y de inmediato se dirigió a él, lo sacudió y le dijo: - “Antonio, por Dios, no te duermas que nos matamos.” Antonio despertó y continuaron su marcha hasta que acabaron venciendo, una vez más en ese Rallye.

El Chino


Cuando trabajé en Motor Canarias, concesionario de Renault, una mañana entró en la exposición de Mesa y López un oriental con mucha prisa por ver una Renault Express. Mi compañero Eduardo Manrique y yo estábamos ocupados atendiendo a otros clientes con lo que “El Chino” se dirigió a nuestro Jefe de Ventas Rafael Benítez para que le enseñara la furgoneta. Rafael me pidió que llevara al “Chino” al sótano a mostrarle una que allí teníamos, yo insistía en que estaba ocupado y que le atendería cuando acabara con aquel cliente.
Cuando acabé, acompañé al “Chino” al sótano para mostrarle la Express. Al instante subí yo solo del sótano dejando al “Chino” solo frente a la Express. Rafael me preguntó por “El Chino” y yo le dije que lo había dejado solo porque se agachó y se tiró un pedo. Rafael me dijo: - “Venga, hombre, vete abajo, no lo dejes solo. Además en su país eso es normal.” A lo que yo le respondí: - “Rafael, tu no has estado nunca en China así que no sabes si eso allí es normal. Él está en nuestro país y aquí eso no es normal y además no insistas porque huele mal y no pienso bajar.”
Ante mi negativa, a Rafael no le quedó más remedio que bajar y verificar que realmente olía muy pero que muy mal…

miércoles, 2 de julio de 2008

La Express Turbo


En mayo de 1988, Santiago Álvarez Hidalgo me pidió que durante unos meses le ayudara a poner en marcha una agencia que había decidido montar en Gran Tarajal (Fuerteventura) junto con un socio local, un comerciante llamado Juan Hernández Cabrera. Allí me ocupé prácticamente de todo, desde la contratación del personal, la formación de los mismos, el lavado de los coches, las ventas e incluso la gestión del almacén de recambios.
Una tarde, Juan Enrique, el hijo del socio de mi jefe y que más tarde se quedaría al frente del negocio una vez acabada la formación, tuvo que ausentarse con lo que me quedé solo con Pipo, el mecánico que estaba en el taller contiguo a la exposición. Por allí apareció un tal Beneito, un joven natural de Gran Canaria y afincado en Gran Tarajal. Luego supe que no tenía nada que ver con mi amigo Miguel Beneito que regenta Nauti Sport, una tienda de efectos navales que está ubicada frente al Club Náutico en Las Palmas de Gran Canaria y con el que navegué muchas veces en el “Manzanita” un velero que me permitió conocer esa apasionante actividad de navegar a vela.
Volviendo al caso que nos ocupa, el tal Beneito que por Gran Tarajal apareció, me pidió un filtro de aceite para una Renault Express Turbo. Renault nunca comercializó ninguna furgoneta con motor de gasolina turboalimentado, pero si que es verdad que a petición de Santi Álvarez, los mecánicos de competición de Savehsa (Julio y Pepillo) habían acoplado un motor de un GT Turbo accidentado a una Express para que oficiara de asistencia rápida al Maxi Turbo con especificaciones de tierra con el que precisamente ese año ganó Santi el Rallye de La Oliva. Automáticamente pensé que Santi se había desecho de la Express Turbo, “made in Savehsa” y que se la había vendido a Beneito.
Por eso le pregunté: - ¿Le compraste la Express a Santi? Y me respondió: - “No, la compré en Puerto del Rosario a Machín”
A mi no me encajaba nada con lo que sin querer herir sensibilidades, le dije que lo mejor era comprobar el número del bastidor. Al abrir el capó certifiqué que se trataba de una Express 1.4 de gasolina y sin turbo, logicamente. Le indiqué que en ese motor no había turbo alguno y que estaba equivocado en sus apreciaciones y me respondió: - ¿Como que no?, si señor esta venía con turbo pero la Guardia Civil me paró porque yo corro mucho, me abrió el capó y me quitó el turbo-
Decidí no seguir discutiendo sobre ese tema, tomé nota del número de serie y le vendí el filtro de aceite que llevan todas las “Renault Express Turbo”…

Ducha en la estación


De Caco Álvarez se podrían contar muchas anécdotas, pero yo recuerdo especialmente la que a continuación detallo.
Imagínense la situación: Caco repostando su GT Turbo en la gasolinera Texaco de La Tropical. En el surtidor de al lado una pareja que discute porque ambos pretendían llevarse al bebé. Caco que se queda mirando para ellos, el hombre que discute se siente observado y no se le ocurre mejor cosa que dirigirse a Caco y decirle: - “Tu que miras hijo de p…”
Caco no se lo piensa dos veces y saca el boquerel de la boca del depósito de su GT Turbo y baña de arriba abajo con gasolina al individuo que instantes antes discutía con su pareja. Éste se queda paralizado, mira a la mujer y le dice: - “Mira lo que ha hecho el hijo p… este”, a lo que Caco con mechero en mano dice: -“Si me vuelves a llamar hijo de p… te prendo fuego cabr…”
Caco, como siempre y no se como, salió ileso de aquel suceso y se divertía mucho cada vez que lo contaba.

El Coche fantasma



Una noche nos solicitaron ayuda en la descarga de unos 200 coches en el Muelle de La Luz y Las Palmas. No era nuestro cometido pero con 22 años y lo bien que nos lo pagaban, muchos de los vendedores nos apuntábamos a pasar una noche sacando coches del barco y subiéndolos a los viejos camiones de Transportes Guanche para su traslado al taller de Tafira (no se por qué lo localizábamos en Tafira cuando en realidad estaban en El Secadero justo después de la fábrica de cervezas La Tropical en la curva que hasta hace poco tiempo muchos conocíamos como la curva de la Renault)
De todos los conductores que tenía Guanche, recuerdo a Godoy; un conductor con un gran bigote, pelo rizado y camisa siempre abierta a lo legionario y por fuera del pantalón. La noche a la que me refiero en este relato, Godoy tenía prisa por terminar la jornada y conducía aquel Magirus-Deutz a una velocidad un tanto elevada a mi juicio. Al llegar a la curva de La Tropical y justo en el minúsculo carril de aceleración de la estación de Texaco, se le soltó un R-4 TL que iba al final de la parte baja de la jardinera. El coche entró marcha atrás en la gasolinera y detuvo su marcha cerca de uno de los surtidores. El expendedor que estaba de guardia esa noche en dicha estación, al verlo llegar con las luces apagadas y entrando marcha atrás dedujo que se trataba de alguien que se había quedado sin gasolina justo en la curva, pero la sorpresa se la llevó al comprobar que el coche no tenía ocupante alguno. El buen hombre, pronto dedujo que aquel coche había caído de uno de los camiones que llevaban los coches a la Renault y no solo lo guardó a buen recaudo sino que además estuvo pendiente de avisar al siguiente camión.
Hace 4 años y sin saber nada de Godoy en casi 2 décadas, me volví a encontrar con él. Regentaba la barra de un bar de una asociación de vecinos en un barrio de Santa María de Guía y recordamos todas estas anécdotas.

martes, 1 de julio de 2008

Manta 400


El día que Carlos Alonso-Lamberti trajo a Gran Canaria su flamante Opel Ascona 400 de Grupo B, Santi Álvarez me pidió que lo acompañara a ver aquel coche que se convertía en rival para su Renault 5 Tour de Corse.
Creo que nos acercamos hasta El Sebadal en un R-5 GT Turbo que conducía, como no podía ser de otra manera, el propio Santi. Él, seguro de sí mismo, entró en aquellas instalaciones tan decidido hasta el punto de que Juanito, el amable señor de la puerta, casi enmudece con su presencia tras nuestra entrada ágil y segura a aquel edificio. Aparcó su GT Turbo donde creyó oportuno y tuvo inmediatamente a su espalda a Juanito que amablemente se interesaba por el motivo de su visita.
- “Voy a ver a D. Carlos”, dijo con aquella seguridad frágil que solo las personas tímidas son capaces de expresar, a lo que ni Juanito ni nadie puso objeción alguna. – “Espéreme aquí que voy a avisar de que he llegado”, me dijo Santi. Mientras, yo observaba aquellas instalaciones que en aquellos años me parecían extraordinarias e inmensas sin saber que años más tarde me vería trabajando en ellas.
Enseguida bajaron Carlos y Santi. Carlos hablaba entusiasmado de su nuevo coche y gesticulaba mucho con las manos queriéndole explicar, no se que, a Santi del Manta 400. Se dirigían hacia el fondo de la nave y yo decidí seguirles. Carlos volvía la cabeza y me miraba extrañado. Seguíamos andando y Carlos continuaba volviendo la cabeza. Ya cerca de dónde se encontraba el coche oculto de las miradas de los curiosos, Carlos se detiene en seco, se vuelve hacia mí y me pregunta: - “Usted, ¿quién es y a dónde va?”
- “Viene conmigo Carlos, es Iván. Perdona que no te lo presentara…”
Situación lógica para quienes conozcan a ambas personas; Santi en aquella época (no se si en la actualidad lo sigue siendo) era algo tímido, vamos, mejor digamos que era así, mientras que Carlos siempre ha sido así de directo. Además, Carlos estaba en su casa y tenía todo el derecho del mundo de preguntar lo que le pareciera oportuno.
Diez años más tarde, Carlos se convertiría en mi jefe y posteriormente casi se convierte en mi cliente si hubiera aceptado la oferta que le presenté en 1995.

El Barón Rojo


El pasado viernes (27 de junio de 2008) quedé con mi compañero José Luís González para presentarme al Barón Rojo. Se trata de una de sus joyas más preciadas; un Seat 124 Sport, con motor 1.800 y 5 velocidades. Permanecía guardado en su garaje y tapado como no podía ser de otra manera. Ayudé a José Luís a destaparlo. ¡Cuantas sensaciones, cuantos recuerdos! Desde que vendí mi Hillman Husky del 58 no había tenido contacto con un clásico. Lo recorrí con la vista y el tacto como suelo hacer con aquellos coches que me gustan y me detuve en todas y cada una de sus vistas. Tanto me distraje observándolo que no recuerdo que hizo mi compañero con la funda que lo protegía. - Súbete y lo probamos- me dijo José Luís y eso hicimos. Que agradable sensación cuando entras en un coche clásico. Como huele, que agradable es el tacto de sus materiales, que visión tan distinta de los actuales coches... En su momento este deportivo era un coche rápido (y lo sigue siendo) sus 110 CV, si no me equivoco, eran toda una declaración de intensiones, pero ahora, esa potencia hay que "domarla" para disfrutar del paseo, de la conducción. El sonido metálico e inconfundible de su motor me trajo recuerdos del pasado. A los pocos metros, mi compañero se detiene en la vía por el margen derecho, se quita el cinturón de seguridad y me dice: - Llévalo- No, no gracias. No me gusta coger los coches de los demás y menos este coche porque me consta que es algo especial para ti. Insistió: - Cógelo que sé que disfrutarás con él. Eso hice, me senté tras el volante y me daba cierto respeto mover el asiento para acomodarme, porque una vez leí que Bernie Ecclestone había despedido a su conductor porque le había alterado la distancia del asiento a los pedales (en este caso yo sería Bernie porque José Luís es mucho más alto que yo)
La dirección... Ya no recordaba ese tacto sin asistencia pero preciso, como el de la palanca selectora del cambio muy, muy precisa para la edad del coche. Creo que conduje unos 3 kilómetros y en cuanto pude detuve al "Barón". Sentía mucha responsabilidad y al mismo tiempo quería detenerme, de nuevo, en sus detalles ahora que estábamos fuera del garaje.
¿Por qué tuvimos pocas unidades de este coche en nuestras islas? La respuesta es fácil y no quiero entrar en ese detalle, pero si que es cierto que el 124 Sport era un desconocido por estas latitudes. Tal vez valorado injustamente.
Al regreso, nos detuvimos casi en doble fila en las proximidades de mi casa mientras charlábamos y reconozco que estuve inquieto porque temía que otro coche nos diera un golpe. Afortunadamente no pasó nada y el "Barón" sigue descansando en su garaje hasta su próxima salida, una de esas excursiones que mi compañero, a menudo, realiza para conocer los rincones de Gran Canaria acompañado de su copiloto Raquel, su mujer, que tanto entiende de clásicos y que para suerte de José Luís, comparte aficiones con él.
Enhorabuena, cuidad al "Barón".