martes, 3 de noviembre de 2009

Museo Flick. Ahí está mi coche (Mercedes Benz 220 D Limousina)


Nos rondaba la idea de hacernos con una limousine de Mercedes a mi amigo Andrés Rodríguez y a mí, y al poco tiempo, la idea se materializó. Era 1992 y trabajaba yo con Manuel Rodríguez “El Vaquero” en su agencia Mitsubishi de Telde cuando una mañana, un señor con algunos años ya, entró en la exposición interesado en comprar aquel exitoso Mitsubishi L200 4X4 Cabina Doble. Todo el proceso de venta surgió de manera fácil y agradable hasta que llegó el momento en que el cliente dijo que si le recogíamos su coche. Yo le pregunté qué de que coche se trataba y únicamente me dijo: “es un Mercedes de gas-oíl viejo”. En ese momento pensé que perdería la venta ya que conocía la respuesta de mi jefe ante la posibilidad de recoger un coche de esas características. Acompañé al señor hasta la puerta con la intención de hacerle desistir en su intento de entregarnos el “coche viejo” a cuenta del nuevo cuando divisé el coche con el que mi amigo Andrés y yo habíamos soñado semanas antes. La cosa cambió y tuve que ingeniármelas para que aquel señor no se fuera de allí con la limousine. Hablé con Manolo y me dijo que él no estaba dispuesto a quedarse con el coche con lo que le pedí permiso para comprárselo yo al cliente. Y eso hice, le pagué por el coche el seguro del coche nuevo, con lo que en mis manos quedó aquel 220 D L. Tras un tiempo en mis manos, descubrí que ponerlo al día era casi más costoso que comprar uno nuevo, con lo que decidí venderlo. La persona que lo compró vivía por mi casa y cada vez que veía el coche aparcado, pensaba en comprarlo de nuevo. Le dejaba notas en el parabrisas sin éxito, hasta que dejé de verlo. Este año, junto a mis amigos Tomás López (Delegado de Seat para Canarias) Francisco Eugenio y Ricardo Ferrer, ambos gerentes de los concesionarios Seat del Grupo Flick, mostramos a mi compañero José Luís González Aranda, el museo Flick. En la rampa de acceso al mismo habían varios coches con un cartel en el parabrisas que decían: “Museo”. Al mirar estos coches que en un futuro formaran parte de la colección Flick, descubrí a mi limousine. Inicialmente me alegré al verlo allí, inmediatamente me invadió la decepción de saber que difícilmente lo recuperaría, pero al momento uno de mis amigos me hizo ver lo afortunado que iba a ser yo al saber que el que fuera mi coche, en un futuro pasaría a ser una pieza de tan singular museo.

Guillermo Vidal-Ribas (Willy): Doctorado en Motociclismo


Eran los primeros años de la década de los 80 cuando conocí a Willy Vidal-Ribas, que junto con otros amigos como Eduardo Rodríguez, Alejandro Gil, Juan Vicente, Diana, Juan Luís y Marcos Rodríguez, se unieron a nuestra pandilla de amigos de aquellos años. Sin lugar a dudas, vinieron de la mano del “productor” de la pandilla, Rafa Vernetta, quien había tomado el testigo que dejó, el recientemente fallecido, Oscar Heredia. De todos ellos Willy destacó por su amor y conocimiento a las motos. En aquel entonces, no tenía permiso de conducir y mucho menos moto alguna.
He de reconocer que muchas de las cosas que en aquel entonces aprendí acerca de las motos, me vinieron dadas por este amigo. La seguridad con la que hablaba sobre el tema y el entusiasmo que ponía, eran las claves de su pasión por las motos. Tanto fue así, que en mi segunda exposición de dibujos, que tuvo como escenario la casa Regional de Andalucía y gracias a mi gran amigo Tono Aguilar (hoy en Asturias, para desgracia de sus amigos) fue el único que me compró a 500 pesetas cada uno, nada menos que 3 de mis dibujos de motos. Algo en mi interior me decía que él disfrutaría con aquellos dibujos. Hoy 29 años más tarde, la vida y la corazonada que tuve, me han dado la razón. Tras varios años en los que no coincidíamos, me he vuelto a encontrar con él y me he quedado sorprendido al comprobar que aún conserva y venera, aquellos dibujos. En reconocimiento a su pasión por las motos y en señal de nuestra amistad, hoy nos hemos hecho una foto junto al Hotel Iberia de Las Palmas de Gran Canaria, donde casualmente y en nuestra juventud, pasamos buenos ratos, siempre con las magistrales clases motociclistas de Willy.