Mi Abuela Pino me contaba cosas de aquel escaparate en el que yo me detenía siempre que podía. Eran cosas simples: las gentes que como yo se asomaban a sus cristales, la intachable estampa de D. Domingo, al que yo nunca conocí pero sin embargo y con el paso del tiempo he podido conocer a algunos de sus sucesores.
El que mi Abuela me contara las cosas de ese tramo de la calle León y Castillo, se debía a sus vivencias en la misma ya que su madre, tenía una dulcería justo enfrente a mi escaparate. En definitiva eran historias simples y breves, pero capaces de hacerme retroceder en el tiempo e imaginar como eran aquellos momentos en los que los coches entraban para ser expuestos. Imaginaba, también, quienes eran los afortunados que compraban aquellos coches.
Cuando iba y venía al instituto ampliaba el recorrido para pasar delante del escaparate, aún sabiendo que por la tarde volvería a ver lo que ya había observado por la mañana. En más de una ocasión pasé mucho rato observando el coche que me gustaba, pero no me atrevía a entrar temiendo que me negaran verlo de cerca y sobre todo tocarlo. Tocar un coche en aquella época era una necesidad imperiosa (hoy también lo es), pero reconozco que en aquellos años nunca fui capaz de entrar y esperaba encontrarme con alguno de aquellos coches ya matriculado y aparcado en las calles de mí ciudad para poder “tocarlos”.
Luego me aventuré y decidí salir un poco antes de mi casa para llegar hasta la otra exposición de la misma empresa que se encontraba en la acera de enfrente y a unos cientos de metros más hacia San Telmo. Ahora tenía un recorrido más amplio y por lo tanto invertía más tiempo en ir y volver al instituto. Aquel no era mi escaparate; era muy estrecho y tan solo se veía un coche y como yo seguía sin atreverme a entrar, me asomaba a la puerta para ver el resto de los coches expuestos. No obstante, enseguida comprendí que por aquella minúscula puerta era imposible que entraran los coches así que deduje que lo harían por la calle Pedro de Vera. Nueva aventura y nuevo descubrimiento: “Hay sótano y hay muchos más coches…”
Han pasado casi 30 años desde entonces y cada vez que paso por mi escaparate giro la cabeza buscando mis coches, sin embargo, ahora veo que los del banco que ahí se han instalado, regalan un albornoz, otro día una vajilla, otro día te “regalan el dinero”, pero… ¿es esto un banco?
Yo añoro mi escaparate, el de Domingo Alonso, y el banco me parece un "okupa".
El que mi Abuela me contara las cosas de ese tramo de la calle León y Castillo, se debía a sus vivencias en la misma ya que su madre, tenía una dulcería justo enfrente a mi escaparate. En definitiva eran historias simples y breves, pero capaces de hacerme retroceder en el tiempo e imaginar como eran aquellos momentos en los que los coches entraban para ser expuestos. Imaginaba, también, quienes eran los afortunados que compraban aquellos coches.
Cuando iba y venía al instituto ampliaba el recorrido para pasar delante del escaparate, aún sabiendo que por la tarde volvería a ver lo que ya había observado por la mañana. En más de una ocasión pasé mucho rato observando el coche que me gustaba, pero no me atrevía a entrar temiendo que me negaran verlo de cerca y sobre todo tocarlo. Tocar un coche en aquella época era una necesidad imperiosa (hoy también lo es), pero reconozco que en aquellos años nunca fui capaz de entrar y esperaba encontrarme con alguno de aquellos coches ya matriculado y aparcado en las calles de mí ciudad para poder “tocarlos”.
Luego me aventuré y decidí salir un poco antes de mi casa para llegar hasta la otra exposición de la misma empresa que se encontraba en la acera de enfrente y a unos cientos de metros más hacia San Telmo. Ahora tenía un recorrido más amplio y por lo tanto invertía más tiempo en ir y volver al instituto. Aquel no era mi escaparate; era muy estrecho y tan solo se veía un coche y como yo seguía sin atreverme a entrar, me asomaba a la puerta para ver el resto de los coches expuestos. No obstante, enseguida comprendí que por aquella minúscula puerta era imposible que entraran los coches así que deduje que lo harían por la calle Pedro de Vera. Nueva aventura y nuevo descubrimiento: “Hay sótano y hay muchos más coches…”
Han pasado casi 30 años desde entonces y cada vez que paso por mi escaparate giro la cabeza buscando mis coches, sin embargo, ahora veo que los del banco que ahí se han instalado, regalan un albornoz, otro día una vajilla, otro día te “regalan el dinero”, pero… ¿es esto un banco?
Yo añoro mi escaparate, el de Domingo Alonso, y el banco me parece un "okupa".
1 comentario:
Hola Iván, soy Tirma.
Navegando por Internet me he encontrado con tu blog "Sobre Ruedas". He estado leyéndote y así me he enterado más sobre tu gran pasión por los coches. Digo que "me he enterado más" porque de las imágenes que guardo tuyas de pequeñito, con 2 ó 3 años", hay una que es la que más recuerdo: verte tirado en el suelo de la casa de León y Castillo, poniendo en fila india todos los cochitos que tenías (que eran un montón y que se guardaban en una caja o cubo cilíndrico)…
Yo tenía 8 años y jugaba contigo. Nunca había visto tantos coches juntos ni tantos modelos. Mi preferido era una “maquina china” (?) de color verde (aquella especie de tractor con dos cilindros como ruedas)...
Tú podías pasarte horas colocando los coches en hilera a lo largo del pasillo y te entretenías muchísimo con ellos….Ya había “pasión”.
Un placer el saludarte.
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